10 de FEBRERO - 19 de MARZO de 2023
Cristina Gutiérrez Meurs
Es artista, escritora y activista residente en Bilbao.
Grado en Turismo (Escuela Oficial de Turismo, Madrid, 1991), HNC in Fine Arts (Kensington & Chelsea College, Londres, 2000) y Máster en Estudios Feministas y de Género (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, 2021). Miembro de EmPoderArte.
Un encuentro con una víctima del robo de bebés perpetrado en el Estado español la lleva a escribir su primera novela, Lo que no me quisiste contar. En 2018 publica Eva no fue la primera, una historia centrada en la violencia contra la mujer.
La madre de mi madre. Mi madre. La hermana de mi padre. Mi hermana. Mis amigas. Mis compañeras. Ellas. Yo entre ellas. Nosotras. La mitad del planeta. Nuestro cuerpo. El despertar se propaga de generación en generación. Aprendemos de lo que nos enseñan, de lo que no nos cuentan. La historia o nuestra historia. Aprendemos del rechazo, del afecto, del entusiasmo, de la apatía. Aprendemos del daño, de la frustración, de la desventaja, de los aplausos que no escuchamos. De la ausencia. Aprendemos del resto, de lo que añoramos, de lo que nos gustaría. De vislumbrar el futuro. De perseguir nuestros sueños. De los viajes y de los trenes perdidos. De la pérdida y del encuentro. De las palabras que no decimos, que no escuchamos. Del olvido. De la noticia. Silenciosas o silenciadas. Aprendemos no estando, siendo, queriendo estar. Contando olas o entre cuatro paredes. La vida en un círculo. Aprendemos desde que nos acarician el lóbulo, nos regalan la muñeca, nos dicen que el barro ensucia y que cerremos las piernas. Una vasija y una corbata. Aprendemos de quien nos cuida, nos quiere, nos ignora, nos mima, nos respeta, nos violenta, nos perdona, nos endosa el pecado o nos condena. Aprendemos de la luz, del gris y de la sombra, del desconcierto o la vergüenza. Aprendemos de las dudas, los miedos, las miradas, los dardos, de sentirnos escrutadas y recorridas. Tocadas. Crecemos aprendiendo, solas y acompañadas, cribando, cumpliendo expectativas, defraudando, pisando flecos y sorteando cristales cuando reparamos en ellos. Aprendemos de la erosión, del derrumbe, del ahogo de la culpa, del lienzo en blanco, de la llamada equivocada, de escoger lo que no debemos, de la inercia que no cambia, del arrepentimiento por no haber hecho, por no haber dicho, por no haber podido. Aprendemos de las cuentas pendientes. Siempre. Contra viento y marea.
El «robo de bebés» en el Estado español constituye uno de los episodios más oscuros de nuestra historia reciente. El franquismo convirtió la maternidad en una cuestión de Estado. Lo que comenzó con la segregación de las hijas e hijos de las mujeres presas en las cárceles franquistas, como medida de higiene racial postulada por el psiquiatra Antonio Vallejo Nágera, se extendió durante al menos seis décadas, hasta bien entrada la democracia, afectando a un número incalculable de mujeres. Muchas de ellas caminan entre nosotras, aunque no las veamos. O no se las quiera ver. Son víctimas de un crimen de género y de un crimen de Estado, pero por encima de todo son grandes luchadoras que no tiran la toalla.
En 2018 comienza la andadura de la Proposición de la ley estatal de bebés robados y dos años más tarde se inicia el trámite de enmiendas. Desde entonces, la ley permanece extrañamente bloqueada en la Comisión de Justicia.
—¿Verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición?
—Calla, calla.
En el Estado español, hasta 1963, el Código Penal contempla el derecho del marido a matar a la mujer adúltera. Siete años más tarde queda derogada la posibilidad de que el padre entregue en adopción a los hijos sin el consentimiento de la madre. Resultan tiempos pasados, no tan remotos, y los nuevos aires democráticos deberían haber pulverizado cualquier tipo de discriminación contra las mujeres. ¡JAJA!
El 28 de septiembre de 2017, la Cámara Baja aprueba el Pacto de Estado contra la Violencia de Género: cinco años para poner en práctica 214 medidas destinadas a erradicar esta lacra y 200 millones de euros anuales para lograrlo.
Sobre nuestra Violencia Machista hablan las cifras:
Desde 2003, más de 1.200 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas.
En la última década, más de 360 niñas y niños han perdido a su madre como consecuencia de estos feminicidios. A su vez, más de 50 menores han sido asesinados por violencia vicaria.
Cada año se presentan una media de 150.000 denuncias, menos del 30% de lo que debería ser denunciado.
Son datos oficiales, la realidad supera con creces la ficción. El tiempo y la espera, ¿para cuándo un Pacto de Estado en activo y actualizado?